martes, 28 de junio de 2011

Historia de “La Sanmarqueña”

Opinión

Isaías López Abundis

“Se dice que la inspiradora de esta chilena fue Eleuteria Genchi, una hermosa costeña originaria de Cruz Grande, pero que vivió en San Marcos”

“La Sanmarqueña”

La letra de la chilena “La Sanmarqueña” se ha ido cambiando con el curso del tiempo, dándole un sentido de humorismo, picardía y jocosidad, que difiere de la letra y el sentido original.

Cuando escuchamos su melodía, inmediatamente nuestro cuerpo y corazón responden y corresponden al ritmo que nos impone. Esta es una Chilena que identifica o representa el folklore de nuestro estado y de nuestro país. Pero, ¿cuál es el origen de esta hermosa melodía? Cito una anécdota escrita al respecto por el señor Florencio Encarnación Ursúa; espero, no herir susceptibilidades y si así lo hiciere, me disculpo anticipadamente y me justifico diciendo que hay cosas que el pueblo debe conocer, (en este caso, el origen de tan bella melodía), porque es la historia de una canción emanada de una emoción propia de la calidad humana

La anécdota

“Esta hermosa chilena tiene la virtud de ser considerada por muchas personas como la expresión vívida y exacta de la virilidad y hombría del costeño guerrerense, pero a la vez, como la exponente genuina del amor sensual, bronco y ardiente del trópico.
Flotan los airosos pañuelos como si fueran alas de palomas que se acarician y entrelazan en el aire, al compás del baile, mientras el amor se convierte en el único tema que se propaga y enciende con viva expresión en todos los rostros que, además, se ensimisman frenéticamente con el ritmo. ¿Quién puede negar que esta chilena sea una de las más bellas y puras joyas del rico folklore guerrerense?
La Sanmarqueña se creó en Cuautepec, en ese pintoresco poblado que trepa sus calles sobre las faldas del cerro que es inicio y fin de la Sierra Madre, y desde ahí mira sonriente hacia la costa; en ese pueblito que fue cuna de Rubén Mora, de ese cóndor de la literatura costachiquense, autor de tantos y tantos hermosos poemas, vibrantes y sensuales algunos como “La Potranquita”; revolucionarios y fustigantes otros, como “Tlacololero”, y muchas más composiciones todas muy bellas por su rima e inspiración que encierran.

Cuentan viejos vecinos del lugar, que siendo gobernador de nuestro estado de Guerrero el General Adrián Castrejón, en una de sus giras, acompañado de varios de sus amigos, entre los cuales iba don Nabor Ojeda Caballero, visitó los municipios de Cruz Grande, Copala, Ometepec y San Luis Acatlán, y el día 20 de mayo llegaron a Cuautepec a eso de la una de la tarde. Como suele suceder en estos casos, el señor presidente municipal, don Telésforo Guerrero, se puso al frente de hombres y mujeres de su poblado para llevar cohetes, flores y la banda de música, al recibimiento de la respetable comitiva, y después de pasada la primera ceremonia, se sirvió un suculento banquete compuesto de platillos regionales.

Todas las casas estaban engalanadas con adornos de papel de china de vivos colores y con hojas frescas y lozanas de palmera, tal y como es costumbre hacerlo cuando se trata de conmemorar al Santo Patrón del lugar. Y en cuanto llegó la noche, se inició un animado baile en el salón de la escuela de niños “Vicente Guerrero”, que amenizó la orquesta integrada por los músicos lugareños Epifanio Lugardo, Agustín Ventura Loreto, Erasto y Filogonio Morales. Y fue en esa ocasión, que se dio a conocer “La Sanmarqueña”.

Cuentan que los funcionarios y sus acompañantes estuvieron felices, quizá más de lo que uno pueda imaginarse porque pedían y volvían a pedir que les tocaran y cantaran esa chilena que por primera vez estaban escuchando.

Pero de pronto el señor Gobernador preguntó por el autor de esa canción, siendo grande su sorpresa cuando le informaron que era nada menos que el cura del lugar Don Emilio Vázquez Jiménez.

_¡Pero, ¿cómo, un cura?!

_Y artista inspirado- le contestaron.

Inmediatamente mandó llamar al cura para charlar con él. El párroco no podía ocultar su pena al saberse descubierto, pues al señor Gobernador ya se le había puesto al tanto de todo; la presentación fue amena y como si ya hubiese habido amistad, tomó confianza y se comenzó a explayar.

-Bueno, señor, ya sé que los curas tenemos prohibido sentir “eso”, pero ahora ya no tiene remedio y que sea la voluntad de Dios. Ahora veamos si le gusta como yo toco el violín-, dijo y frente al General hizo brotar de las cuerdas de su instrumento musical, las notas de esa composición producto de su inspiración.

Las felicitaciones que le dieron lo hicieron sentirse halagado y cómodo, con gran confianza en sí mismo, por lo que gustoso obsequió a la comitiva visitante la partitura y los versos, que a la letra decían”:

“La Sanmarqueña”

(Chilena)

Autor: Emilio Vázquez

Que linda la sanmarqueña
que domeña con honor,
tiene en sí tal dulce encanto,
que con llanto inspira amor
(estribillo)
Sanmarqueña de mi vida
¡ándale, ándale, ámame!
Sanmarqueña salerosa
Ven hermosa, ven aquí;
Dime linda, alguna cosa,
Muy piadosa: dí que sí… (estribillo)
Si tú me amaras, morena,
En la arena había de estar
Que más gloria yo quisiera,
Ni pudiera conquistar… (estribillo)
Ven, gironcito del cielo,
Mi dolor a consolar;
Un abrazo muy estrecho
Con un beso venme a dar… (estribillo)
No me lo niegues ingrata
Que me mata tu desdén;
dámelo linda, preciosa
como rosa del Edén… (estribillo)
Cuando yo pienso olvidarte,
Se me parte el corazón;
Siento en mí fiero combate
Que me abate la razón…..(estribillo)
Adiós linda Sanmarqueña
Que domeña con honor,
Ya se va tu fiel amante,
Tu constante adorador…(estribillo)

“Esa chilena como otras canciones de nuestro pueblo, que a veces permanecen por muchos años ignoradas quizá no se hubiese popularizado si no la hubiera conocido José Agustín Ramírez, pues fue él quien la llevó como grandioso mensaje del alma bravía Guerrerense por todos los confines de nuestra patria Mexicana, y aún más allá”.

Es de suponerse que el párroco Emilio Gálvez Jiménez, por su condición de sacerdote, le pidió a J. Agustín Ramírez que firmara como autor de esa hermosa melodía, pues por esos tiempos J. Agustín Ramírez llegó a la Costa Chica como supervisor escolar; además era ya un compositor Guerrerense muy reconocido.

Breve ficha biográfica

Emilio Vázquez Jiménez nació en Ayutla de los libres, en el año de 1879 y murió en Cruz Grande en 1950. Estudió en el Seminario Conciliar de Chilapa, estudió solfeo, armonía y contrapunto; además, fue alumno del conservatorio de Guadalajara, Jalisco.
Se dice que la inspiradora de esta chilena fue Eleuteria Genchi, una hermosa costeña originaria de Cruz Grande, pero que vivió en San Marcos, quien ocasionalmente hacía el aseo en la vivienda donde se alojaba el Padre Emilio. Se dice también que él contaba que “sólo se consolaba con verla”.

Ésta, es una anécdota más extensa que por cuestiones de espacio me permití resumir; si desea conocer la versión original, la encontrará en el libro “Raíces del Tiempo”. autor: Florencio Encarnación Ursúa, de Editora y Distribuidora Nacional de Publicaciones, S. de R. L., 1983.

Suplemento Vida y Sociedad, en El Faro de la Costa Chica, 24 de junio de 2011

3 comentarios:

  1. Don Chu Ávila y la historia verdadera de la musa sanmarqueña: "Pero la musa no fue la señora Eleuteria Genchi, La Comachín. Ella no fue.
    Le dice mi papá: Bueno, tío, esta chilena ¿a quién se la dedicó? ¿quién lo inspiró?
    Dice mi tío: Mira, tú, fregado, muchacho, tú, todo quieres saber.
    Dice, bueno tío, le estoy preguntando. Si no me quiere decir, no me diga.
    Empezaron a platicar y dice: Vamos a hacer un paréntesis para que te diga a quién compuse La Sanmarqueña.
    Le dice mi papá, yo sólo quiero saber pero no para divulgar.
    Y dice el Padre Emilio: Cuando llegué a San Marcos, hubo una muchacha, una señorita que me hizo favor de buscarme quien me diera de comer, quien me lavara la ropa, quien me la planchara, quien esto, quien otro, y en agradecimiento a eso compuse La Sanmarqueña y se la dediqué a ella, se llamaba Rosa Baltazar, después se vino a vivir a Ayutla.
    La señora Rosa Baltazar vendía carne en la plaza, en el mercado de Ayutla. Hacía matanza y a ella le compuso La Sanmarqueña, pero no a la señora Eleuteria Genchi.
    Y le dice mi papá: Esto no lo voy a divulgar.
    Y dice él, no. Cuando ya muera yo, aunque lo divulgues, no le hace, pero ahorita no. No sé si la señora Rosa se dio cuenta que le dedicó La Sanmarqueña, pero ella es la musa, y no la señora Genchi. Eso oí yo que le estaba diciendo a mi papá."

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  2. José Agustín Ramírez y La Sanmarqueña

    “José Agustín Ramírez fue mi amigo. Cuando fueron de gira hasta Ometepec, allá compuso una chilena. Y estábamos nosotros con mi papá, estábamos dando serenata en el kiosco. Y Agustín estuvo ahí cantando chilenas. Posteriormente lo veía yo en Chilpancingo, nomás que, pobre amigo, tomaba mucho.
    En una ida de avión de un señor que se llamaba Gaudencio Guerrero, de San Marcos, un hombre rico, que por cierto era mi amigo, entonces ya La Sanmarqueña era famosa.
    Llegó al hotel Washington, allá donde llegaba la paisanada a ese hotel.
    Gaudencio bajó a comprar licores, porque en su cuarto había amigos y estaban libando.
    Entonces se bajó y se encuentra al Padre Emilio, abajo.
    Lo invitó, pero el padre Emilio le dijo que andaba apurado.
    Y le dijo Gaudencio: ahorita yo lo llevo en coche adonde quiera, pero acompáñeme.
    Y ahí estaba Agustín Ramírez, con ellos, en el hotel con Gaudencio.
    Y le dice: Mira, Agustín, te voy a presentar al autor de la chilena La Sanmarqueña.
    Y dicen que Agustín se apenó, y dijo que lo habían puesto como autor.
    Entonces le dijo el Padre Emilio, déjela así, con su nombre. Yo soy sacerdote, a mi no me interesa que usted la haya registrado con su nombre.
    Pero le dijo Gaudencio: El padre es el verdadero autor, así conoció al padre Emilio”.

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